Sábado Tarde, mientras unos estarían haciendo la compra, otros en la Feria del Libro y alguno inaugurando las piscinas (aunque el tiempo acompañaba regular), nosotros probamos el metro ligero.
A mi me mola la estética del tranvía, le da un toque residencial al barrio.
La idea de cogerlo fue premeditada. No fuimos tampoco de turistada, habíamos quedado en el Pinar de Chamartín y la ocasión era ideal. Pero doy fe que había turistas, ya que me encontré con una compañera de trabajo que vive en la otra punta de Madrid. Me confesó que hizo el trayecto completo, y al terminar, lo mismo pero de vuelta.
A pesar de su frecuencia infrecuente llegó bastante pronto (me arrepentiré de esta frase cuando hable de la vuelta). Mi primera sorpresa era ver que había casi más gente apuntando que pasajeros y lo primero que me dijeron fue que me sentara porque daba frenazos. Íbamos con el niño y el carrito no se podía dejar en ningún lado sin que estorbe. Vamos que la entrada no fue para optimismo desmedido.
Los apuntadores discretitos con su chaleco fluorescente.
El viaje estuvo bien, aunque no corta el viento y lo puedo entender en superficie, pero en la zona de la película de Indiana Jones tiene menos explicación.
No todo es negativo, puedes calcular con certeza cuánto se tarda porque no pilla atascos y no hay que aparcar, valor para nosotros cada día más apreciado.
La vuelta tardó, tardó tanto que hasta le dio tiempo a meter un gol a España. Pero en líneas generales el balance es positivo. Y prueba de ello es que esta mañana he vuelto a coger el metro ligero, esta vez para ir luego a Ríos Rosas a una reunión de trabajo. 35 min de trayecto en total, no esta mal.
lunes, 4 de junio de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario